miércoles, 11 de febrero de 2015

  Cuando algo me ata, los amaneceres me liberan día tras día. Me indican que comienza un nuevo día -o más bien, que el sol salió sería más apropiado-, porque qué es eso que llamamos día sino un recuento de horas, minutos y segundos que nos marca el paso.
  Los amaneceres me dictan las horas y me muestran el camino; el roce, la caricia de tus "te quiero" me van guiando de a poco. Persigo su eco dudando si sigues diciéndolo o si voy detrás de una sombra, del eco de tu eco.
  A veces llego al punto en que estoy hipnotizada y camino sin saber cómo ni a dónde pero lo mismo camino, marcho. Tu mirada me da paz y me mantiene viva, deseando cada vez más vida, más de la vida y de todo lo que ella me pueda dar.
  Sigo el camino, mi camino; y ya no hay nada que me ate.

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