sábado, 27 de febrero de 2016

La Tierra y la Luna






La Tierra y la Luna se miran y se desafían.
Se conquistan día a día, se turnan, se guían.
Un día es ser amado, y otro, amante. Laten.
El uno con el otro, se comparten. Parten.
En sus propios viajes, con sus propios rayes.
Se contienen, en la inmensidad del universo entero
Girando ensimismadamente alrededor del Sol, pleno.
Desinteresadamente se ayudan, curva a contracurva,
Fase a fase, con pausa, elevando y construyendo.
Se iluminan, a tal punto en que queman sus mismísimos puentes.



Y cuando pregunten cómo, no sabrán explicarlo pues,
Mirándose el uno al otro, es como si ni lo hubiesen intentado.
Cuenten, les dirán, cuál es el gran secreto
Para tenerse mutuamente, para amarse, sin invadir ni ahogar.
Para estar tan cerca, pero sin poderse tocar. 
Para darse brillo, sin cegar. 
Para atraerse el uno al otro, sin apabullar.
Para equilibrarse, sin desbarrancar.
Para confiar plenamente sin caer en la inocencia de que
Por ser satélite se puede creer estrella, o por ser planeta se puede pensar centro.



Y el secreto es ese mismo: El centro. Ser el centro céntrico. 
El "centrismo". Pecar de egoísmo y narcisismo.
Porque el amor es mejor de a dos.
Qué sería de la Tierra sin la Luna y de la Luna sin la Tierra.
No me atrevería ni a imaginarlo. Reinaría el caos en desmesura.
No habría cura para tal catástrofe desmadrada, enmarañada, 
Desenfrenada e impensada. Contra natura.
De existir dicho fenómeno, rondarían impares por la vida.
Literalmente, solos, únicos, im-pares, sin-par, hasta el anochecer de los tiempos
Cuando, por acción divina o por atracción de los cielos, se reúnan, para nunca dejarse ir.





Continuando su travesía a lo largo de su órbita,
Sintiéndose sin tocarse, mirándose aunque sea de reojo, despojándose
De toda amargura, de todo rencor reticente al temor de verse nuevamente 
Separados, bajo el reinado del Sol. Para darle lugar al amor.
Del tipo que triunfa a pesar de cualquier pronóstico, 
Que se abre paso por más que uno niegue su existencia.
Que exige clemencia hasta a los más desesperanzados porque todos,
Absolutamente todos, merecemos Amor. Del más puro, rojo, honesto, sentido, transparente Amor. 
Seas satélite, planeta o estrella; seas hombre, mujer, niño o niña; 
Meteorito, pastel de papas, tomate, frutilla o zanahoria.

Merecemos Amor.
Como el que sienten la Luna y la Tierra,
De corazón a corazón.