Mientras miro hacia fuera veo un fulgor. Luz incandescente que me recuerda una vez más donde estoy.
Veo el reflejo de la luz en los espejos, algo me nubla la vista.
Viene y va, nada lo detiene. Esos instantes que comparto con esa mirada me hacen sentir viva. Puedo ver la belleza en las cosas, todo tiene algo de bello, algo de bueno.
Puedo ver aquellas cosas que antes no veía, o fingía no ver. Tu luz. Esos detalles que me hacen dar cuenta de que estás ahí, irrevocablemente, de una u otra manera.
Y creo que lo que más me importa es que quiero que estés ahí. Aquí. Pudiendo ver todo esto conmigo, a mi lado.
Poder apreciar todos los recovecos y escondites que tiene la vida, sus vueltas y enredos, y sus desenredos.
Quizá pedir que estés aquí es egoísta de mi parte, después de todo debés estar haciendo maravillas donde estás.
Por eso es que a través de estas señales mi angustia cesa cada vez un poco más, mi codicia se diluye y mis lágrimas la acompañan. Mis caprichos son solo eso, el anhelo de querer más de vos porque no estás acá.
Y cada día pasa y cada día se acrecientan, la duda, la angustia y la nostalgia.
¿Por qué?
¿Por qué vos?
¿Por qué nosotros?
Lo increíble es que no creo que nunca halle la respuesta,
solo se que fue, pasó y ya voló con las hojas del otoño. Sin embargo sigo pensando en el que hubiese pasado si...
Creo que todos lo pensamos. Y cuestiono y me cuestiono, y es un circulo vicioso que nunca para.
Es por eso que en este eclipse decidí quedarme hace mucho tiempo. Oculta por mis decisiones y mis temores a confrontar el paso del tiempo, de lo real, lo tangible del todo. No pude verme al espejo por un largo tiempo. No me hallaba a mi misma en mi.
Ciertamente tiene mi sello de locura.
El tiempo dicto mi sentencia. Los movimientos marcados por hilos invisibles sobre mí. Un huracán envolvente que te absorbe, y una vez dentro de él, todo se ve tan natural, se vuelve costumbre con el paso de los días y ya me despierto inmersa.
Ajena a todo lo conocido, y desconocido. Nublada por mis propios cuestionamientos y dudas.
Y así una,
y otra,
y otra,
y otra vez.
¿Por qué?
Porque así se crece, se cambia. Así actúa el paso del tiempo sobre todos, y sobre mí.
Así lo fue ayer cuando estabas acá, cuando te tenía, no para mí sino para todo. Para ser.
Eso era lo más precioso del mundo para mí, solo que quizá en ese entonces no lo sabía con seguridad.
El tiempo supo dejar sus huellas y conservo esas pequeñas cosas que me recuerdan tanto a esas circunstancias.
¿Cómo poder olvidarte si olvidándote lo único que logro es volver hacia atrás?
¿Cómo soñar un mundo nuevo si mi mundo no existiría sin vos?
¿Cómo vivir un día más sin pensarte en algún momento, al encontrarte en esos escondites rebuscados de tu antojo y perdición?
Y de repente,
el hilo se corta.
Ya no voy a escuchar más tu canción.
Todo vuelve a ser normal.
Ya no veo ese fulgor que me enceguece y me ayuda a rememorar aquellos momentos de alegría.
Todo se tiñe y pasa a ser falso para mi.
El centro desaparece, se desvanece y comienzo a divagar, ¿por qué?
¿cuánto de esto es real y cuanto una ilusión?
Entonces, lo veo.
Veo eso que te carac-teriza. Carac-terizaba. Te veo. Por fin, te veo, te tengo cerca, puedo ver tu forma, tu color, todo. Todo es posible ahora.
Estoy llena de esperanza porque ahora no hay problema sin solución. El horizonte se ve claro.
¡Esta ahí! No hay nada que lo difumine, es eso y nada más, yo sé que es eso.
Es tan hermoso.
Sí.
Lo es; una hermosa ilusión es.
Todo es tan perfecto que no parece ser real, parece un sueño.
¿Qué me está pasando?
No puedo creer ni en mi misma, ya nada es lo que parece y con el tiempo caigo en la cuenta de que te perdí.
Es así, no hay un plan B, no hay eclipse para vos, es lo que veo y lo que vi. Lo que seguiré viendo.
Voy a seguir viendo estos colores porque es lo que me queda de vos. Es la huella que dejaste.
Esa cicatriz que nunca va a curarse, sin importar el paso del tiempo, sin difuminarse como un fantasma. Hasta siempre va a quedar, como vos. En mi.
El horizonte me engaña, cambia, se transforma. Nunca se queda quieto y siempre le sucede algo nuevo. Para bien o para mal.
Como yo.
Pasa el tiempo y todo cambia, todo cambia. Vos y yo, nosotros, cambiamos. Yo crezco sin parar, vos mantendrás una juventud eterna. Comenzamos nuestro nuevo viaje, separados.
El tiempo viene y va, y lo más loco de todo es que desapareciste.
¿A dónde te fuiste?
Gracias por dejar tus huellas tras tu paso por aquí, así se que eventualmente voy a verte, un día u otro, y voy a sentir eso que sentía a tu lado,
Nada podrá reemplazar esas migajas de pan que dejaste al volar por este cielo.
Dejame esto. Este cielo, estos colores y estas formas que son tuyas, todas tuyas.
Pero no, cambia.
Yo nunca me cansé, tratándose de vos, así que podes volver, porque me sigue haciendo falta.
Sé que no vas a volver.
No puedo pedirte un milagro, no.
Te pido que dejes huellas, que me las dejes. A mí, solo eso.
Quiero poder verte, recordarte y sentirte acá. Quiero que compartas mi viaje, lo que se suponía que iba a ser nuestro viaje juntos.
Compartí el viaje conmigo, no me olvides, no olvides que te dije te quiero.