sábado, 25 de marzo de 2017

180 días después


Todavía no sé qué curioso hilo del destino enredado me llevó a encontrarte donde no quería hallar a nadie, donde deambulaba sin rumbo cierto.
Tampoco descubriré el por qué, pero aún así lo comprendo.

Hay que ser valiente para entregarse sin garantías, sin más, sin menos, sin peros, sin prisa, sin rodeos, sin brisa, sin ráfaga, sin tormenta. Seamos sinceros: nada es seguro, ni en la vida ni en el amor.
Confié, elegí hacerlo porque me dejé de cobardías y me propuse ser feliz. Hasta donde pudiera o llegara esa felicidad.

Hace 180 días no te conocía, no reconocía tu mirada, no olfateaba tu perfume, no me mimetizaba en tu abrazo. Hoy tampoco lo hago, perdí el derecho a varios permisos.

Me permito abrirme y decir que sí, sentí mucho. "Los sentimientos son subjetivos", dirán algunos. Pues bien, fui ese amor. Existí como tal hasta que dejé de ser él.

Fue corto, duró la mitad de esta distancia temporal, pero fue intenso y me ayudó.

Me ayudó a elegirme por sobre los sentimientos de incompletitud que me aquejaban.
Me recordó la sabiduría detrás del no y su utilidad para sanar, cuando lo que era ya no es.


-.¿Lo amé? Sí. Ya sé, es fuerte. Nunca (se) lo dije, pero lo sentí, lo vi, lo palpé, hasta que el castillo de naipes se derrumbó en mi cara y no me dieron las manos para recuperar todas las cartas. Los falsos, las sotas.-

180 días más tarde sigue remoloneando una que otra mariposa como recordatorio de lo que no estuvo destinado a ser. No por una señal extra-planetaria o un llamado celestial/divino, sino porque la palabra Fin venció al Continuará...

Y 180 días más tarde, espero que la última habitante decida revolotear hacia el exterior, abriéndose paso nuevamente hacía otro hilo, otra historia, otro camino, otro caminante al andar.