jueves, 9 de agosto de 2012

Es una locura amar, a menos de que se ame con locura.
Proverbio latino.

Despierto y te veo.
-Sonreí.
Abro apenas los ojos y veo tu vieja cámara, de las que ya no hay. De las de rollo, que hay que revelar. Que tiempos, que ansias tenía cuando iba a revelar el rollo, esperaba que todas las fotos se vieran y que fueran lo que esperaba. Ahora sólo hay que apretar un botón y si no te gusta, la borras. Así de fácil, ya no hay expectativas.

Queres sacar otra foto porque, obviamente, puede que haya salido con los ojos cerrados, puede que haya salido movida o que no haya suficiente luz. Buena cámara, pero no puede contra nuestro amateurismo.

No se cómo ni por qué pero volví a dormir, me despierta el ruidoso repiqueteo de las teclas de la máquina de escribir, dulce melodía. Prefiero, mil a uno, un libro antes que todo. Me acerco al comedor a ver que estas haciendo, seguro sumergido y predispuesta para seguir durmiendo en la tarde de un sábado lluvioso.

- Café?
Tenes todo preparado, café y tostadas. Con eso soy feliz por las mañanas. Rara vez me percatas cuando escribes, casi nunca. Estas concentrado en cada tecla, cada palabra. Cada frase que formas se anuda y enreda con la anterior y con la siguiente, formando una maraña de hilos, que parecen una madeja.
Vuelvo a la cama para continuar tejiendo ese pulover azul que vi en una revista, parecemos estar en otro siglo.



Luego de unas vueltas, la música de fondo que me acompañaba cesa de improvisto.

- ¿Qué pasó, se te perdió el hilo? - un poco de metáfora y un poco de verdad.
No respondes y me levanto para ir hacia allá.
Mirando por la ventana, como si estuvieses en un laberinto buscando una posible salida. El enrejado te marca un límite pero vos pareces estar mucho más allá. Ni te das cuenta que hay un árbol asimétrico ni los edificios ni nada te interesa. Estás más preocupado porque no hay estrellas.



Claro, es mediodía, uno no espera ver estrellas a pleno sol, en pleno día; pero las buscas igual. Las cuidas con la mirada, temo interrumpirte con un mate. Te preocupas tanto que parece que fueras parte de ellas. Como si fueras una, como si todos lo fuéramos.